Los desajustes personales y sociales que dificultan la mundialización resultan de múltiples efectos negativos sobre la salud de ciertos factores de la globalización cultural en curso que tienen como su eje a la despersonalización que se especifica en alteraciones de la identidad. Nuestro contemporáneos, a favor de su inherente y legítima aspiración de universalidad, son urgidos a una adopción de usos y costumbres supuestamente globales que a menudo constituyen simulacros de pautas culturales, desde que no se sustentan en la experiencia de ningún pueblo del orbe y por lo tanto no son constructores de humanidad. En la medida en que se identifican con los modelos mediáticos que son portadores de esas pautas, en un a verdadera “migración psicológica”, las personas van decontruyendo la identidad que los funda como personalidad; porque para ello se desvinculan de su medio poblacional, se enajenan de su tradición familiar y cultural; y como no les queda nada valioso por transmitir, hasta llegan a veces a poner en cuestión su procreación eb un verdadero “suicidio cultural” que llega hasta lo biológico.
En tales condiciones, quienes recorren ese camino menoscaban su condición de sujetos de su vida y de la historia, sumiéndose en la pasividad de la impotencia, la autodesvalorización y el desánimo, que tan claramente manifiesta el [Síndrome] Burnout, pudiendo escapar del escepticismo sólo mediante la huida hacia delante de una cínica adaptación a un medio social en descomposición del que obtienen bienes banales.
Por ello nuestro énfasis en la virtud preventiva y sanante de la personalización. […] Personalización, claro, no es individualización. Se trata de la afirmación de la personalidad, a la vez persona en comunidad y comunidad de personas que le es constitutiva.”
* Clínica del Síndrome del Burnout – Francisco Maglio, Nestor F. Blajeroff y Daniel Dabas