Cotidianamente estamos recibiendo información de cómo se va agravando la crisis climática. Más escuchamos, vemos y leemos, y parece como tan obvio que masivamente las personas saldrían a plantar árboles y a realizar otras acciones para mitigar este desastre que nos lleva a la extinción. Pero no, nos quedamos viendo la foto del apocalipsis en alguna red social y tratamos de seguir con nuestra vida.
La solución está ahí.
Estamos tan condicionados por la habitualidad que no podemos reaccionar, todo gira en cubrir nuestras necesidades.
Por esto la relocalización de la ciudad al campo es la acción más concreta que podemos hacer para colaborar con la recuperación del equilibrio perdido.
Vivir en la naturaleza se ha rodeado de mitos y estereotipos, son creencias y afirmaciones que sólo por el hecho de que van de boca en boca, parece que tienen que ser verdad, la lista es larga.
¿Hay mitos sobre vivir en la ciudad?
Vivir en el campo es lo que tú quieras que sea. Estos mitos negativos es lo que hizo que a pesar de la locura que es vivir en las ciudades, la gente masivamente no se decida por ir a vivir al campo.
El ser humano transformó y cambió tanto a la naturaleza, que vivir en un lugar natural, casi pristiño parece anormal, como que no son lugares para que el ser humano habite. Por esto, habitar en la naturaleza necesita que todo sea interconexiones y así nuestra forma de sentir y pensar tiene que cambiar para poder ser un elemento más del entorno, y en lugar de ser una fuerza destructiva, si habitamos permaculturalmente, podemos convertirlo en una fuerza regenerativa.
La filosofía/gestión de la permacultura es quizás la mejor manera de retomar nuestros deseos resilientes de desarrollarnos lo más cerca posible de la sociedad real, la que tiene que ver con las fuerzas de la vida.
Por esto relocalizarse a un espacio natural termina siendo un ritual de transformación, de renacimiento, de rediseño de nuestro ser.
Universidad Internacional de Permacultura
Leer Relocalización Profunda (1ª parte): Introducción
Leer Relocalización Profunda (2ª parte): Planificando etapas