Debido a la evidencia de que la modernidad ha fracasado un cumplir sus promesas de una vida mejor en muchos de los sentidos más profundos, nos vemos en la necesidad de buscar nuevos, o quizá de recuperar, modos de comprender nuestra naturaleza y la relación entre nuestra especie y el resto de mundo natural. Enfrentamos las crisis externas de la modernidad, la destrucción del mundo natural, el Estado-nación nuclearizado, el sacrificio del Tercer Mundo y los pueblos aborígenes en aras de las necesidades de la megamáquina industrial. También las crisis internas, incluida la búsqueda de un sentido para nuestra vida y el alivio de la sensación de aislamiento. En esta tarea de sopesar y reconsiderar, nos vemos sumidos en la confusión de una multitud de análisis, reflexiones y remedios, tal como cabría esperar en tiempos de transición e incertidumbre planetaria.
>El posmodernimo ecológico reconoce no solo que todos los seres nos vinculamos estructuralmente a través de nuestro linaje cosmológico, sino también que todos los seres estamos internamente constituidos por relaciones con los demás, incluso a nivel molecular. No somos las entidades fijas y autocontenidas que proclama el modelo moderno. En niveles sutiles de percepción, estamos en constante cambio, siempre conscientes de nuestra conexión con los demás seres humanos, con el resto de la naturaleza terrestre y con la totalidad del universo. Nuestras interpretaciones culturales de la realidad, así como cualquier teoría acerca de ellas, resultan dolorosamente pobres cuando proceden aisladas del contexto mayor.
Sin lugar a dudas, el proceso transformados, esencia de la realidad en la nueva visión del mundo, debería ser el centro de nuestros esfuerzos por entender y establecer conexiones. El conocimiento por experiencia del carácter interrelacional de la realidad es mucho más que un complemento decorativo de la comprensión intelectual surgida de las observaciones científicas y las reflexiones filosóficas. La experiencias, apoyada en el desarrollo de una conciencia cada vez más sutil, pone a prueba el conocimiento conceptual y puede abarcar y superar su dimensión lineal. Quizá sea este el motivo por el cual las instituciones y los sistemas políticos dominantes entronizan sus conceptos preferidos a la vez que desalientan, o directamente proscriben, la importancia de la experiencia individual.
La familia humana no carece de recursos para emprender una transición global hacia una visión ecológica del mundo. _No es sorprendente que las tradiciones que la modernidad rechaza con desprecio sean las mismas que contienen revelaciones de comunión ecológica y unidad dinámica. Las enseñanzas centrales de las grandes tradiciones sapienciales tienen mucho con que contribuir frente al desafío de cómo podemos avanzar más allá del modelo estéril y descarnado de la naturaleza humana y de nuestro lugar en el universo que plantea la modernidad.
Para valernos de las tradiciones sapienciales debemos explorar sus posibilidades mas alla de las fronteras parroquiales y valorar sus visiones espirituales centrales independientemente de las instituciones religiosas que puedan haberse erigido a su alrededor. Si somos capaces de cruzar las líneas divisorias y buscar con honestidad y apertura, las tradiciones sapienciales pueden arrojar luz sobre temas cruciales de nuestro tiempo.
*Estados de Gracia – Charlene Spretnak