Fundamentos
Desde la perspectiva permacultural, resulta naturalmente imposible quedar al margen de los actuales acontecimientos de amplitud global que nos afectan a todes –no por igual…– y que seguramente tendrán consecuencias por ahora impredecibles. No obstante, es posible vislumbrar para un futuro próximo la concreción de algunos escenarios que se vienen anunciando desde hace 50 años y que no auguran un contexto de desenvolvimiento equitativo y sustentable de las poblaciones, ni tampoco un retorno a una hipotética paz mundial. Por estos motivos consideramos relevante y urgente ir compartiendo reflexiones al respecto, con la expectativa de elaborar juntos y difundir estrategias de supervivencia, así como salidas sustentables, que las hay, para contribuir a que les persones vuelvan a encontrarse con su ser natural y desplieguen sus habilidades en pos de vivir en comunidades más conscientes y respetuosas de la naturaleza.
Para quienes aman la vida y esta Tierra, la crisis representa una gran oportunidad, además de todos sus desafíos: ahora, tenemos la oportunidad de unir fuerzas en todo el mundo para lograr un objetivo compartido, desarrollar la cohesión social, establecer estructuras descentralizadas, un economía solidaria: un reinicio genuino. En tiempos de tal agitación, puede ser fácil distraerse con opiniones diferentes. Invitamos a la consideración de que lo que hacemos, pensamos e imaginamos ahora ayudará a dar forma al futuro.
Un virus, varios colapsos
Entre los distintos tipos de colapsos que se han descrito –como el descenso progresivo de energía fósil, el cambio climático o el agotamiento total de la mayoría de los seres por obra de una agricultura corporativa que funciona con criterios de minería extractiva– el que comenzamos a transitar durantes estas semanas integra el grupo de los llamados “instantáneos”. Los primeros están llevando de 30 a 50 años, según sus variables específicas, y ya los estamos atravesando a todos. En cambio, el pandémico se encuentra en un grupo de colapsos que se inician en unas pocas semanas y alcanzan su clímax a los 5 o 6 meses. Podemos compararlo con la erupción de un importante volcán cuyas cenizas invadieron la atmósfera por 8 a 24 meses y generan un invierno solar permanente, con el consiguiente derrumbe de los ecosistemas y de la producción de alimentos. Similar a este sería el impacto de un meteorito de diámetro considerable, que al colisionar contra la Tierra originaría un efecto comparable al de las partículas en suspensión del volcán. Para mencionar otro colapso posible de esta categoría, una ola electromagnética del Sol, por ejemplo, dañaría tanto a los satélites que desintegraría el funcionamiento del sistema nervioso de la era tecnológica, conformado por Internet, la telefonía, los bancos, los comercios, las industrias, etc.
Cuando ocurren estos colapsos de corto plazo, la mayor parte de la población minimiza el problema en una primera etapa. Así lo hizo con esta repentina pandemia, que se inició con unos cuantos muertos –que además eran personas de más de 60 años y que vivían en un país lejano, lo cual generó indiferencia, cuando no burla–. Recordemos que durante el tsunami de Indonesia del año 2004, en muchos lugares, principalmente turísticos, la gente estaba apiñada en las costaneras con sus autos, cámaras fotográficas y filmadoras, registrando unas increíbles olas. Hasta que estas se volvieron monstruosas y se llevaron personas, autos, casas y todo lo que encontraron a su paso por cientos de metros e incluso kilómetros tierra adentro.
Entre paréntesis y a modo de tentativa para explicar algunos motivos por los cuales una gran proporción de las poblaciones mundiales no reacciona en forma adecuada frente a un fenómeno catastrófico –que no son los mismos que los de las elites–, más allá del individualismo, cabe recordar que desde hace muchas décadas el cine y la tele nos ametrallan con costosas ficciones que representan escenarios de colapsos, sean estos naturales, cósmicos, terroristas, financieros, etc., naturalizando así en las mentes que esta probabilidad existe y puede materializarse en cualquier momento. Lejos de poner en guardia a las personas, estas producciones de argumentos lastimosamente simplistas y maniqueos anestesian los espíritus mostrando siempre cómo algún héroe improbable o algún Estado hegemónico altruista (¡je!) salva la humanidad, por lo que no hay por qué preocuparse… El mensaje ni siquiera es subliminal. La cuestión de la influencia nefasta de los medios de comunicación masivos es inagotable.
Las consecuencias
Es cuando las familias ya pasan a estar en cuarentena que, rápidamente, el colapso despliega sus alas: muchos sistemas se debilitan o dejan de funcionar y millones de familias, especialmente aquellas envueltas en la crisis de Occidente, toman conciencia de que las ventajas de vivir “cómodo” en la gran ciudad solo han sido un monumental engaño, ya que la urbe constituye un espacio ideal para que el virus pueda expandirse en forma descontrolada, así como lo hacen otras pandemias, sean las de microorganismos, o las que genera el ser humano: delincuencia, contaminación, estupidez, burocracia, odios y decenas de pandemias que afectan al espíritu. El hecho que el covid 19 se esparce en aspersiones microscópicas por el aire, hace prácticamente inviables los ascensores, limitando la cantidad de pisos para el uso de escaleras, la misma limitante con oficinas, locales, etc., que tienen sistemas cerrados de aire, se ha comprobado que pueden difundir el virus, siendo clave el uso de edificios con ventilación natural y con materiales naturales, son mucho más seguros y sanos, mostrando así el error de diseño de los edificios de la urbanidad descontrolada. Por otro lado quedará en el recurso por mucho tiempo, las salidas para encontrarse en un café, un restaurante, para charlar con amigues, estos espacios pasaran a ser lugares de incomodidad por la inseguridad instaurada en el inconsciente colectivo. De esta manera y por estos mecanismos de un miedo que se quedó en las almas todo espacio público dejó de ser lo que era en el pasado.
Si bien en este colapso pandémico ninguna estructura, geografía y ningún sistema fueron destruidos en lo más mínimo, el efecto disruptivo lo logra una partícula microscópica sobre la gente, haciendo que gran parte de la maquinaria de la sociedad de consumo deje de funcionar. Podemos definirlo como un colapso catabólico; el sistema se fagocita a sí mismo porque le falta lo más importante: el consumo.
Además de generar los enormes impactos políticos, económicos y sociales que ya podemos observar en todo el mundo, el virus nos aísla y nos individualiza más aún, pues no favorece que se genere ningún sentimiento colectivo fuerte. Hoy, y por mucho tiempo más, la solidaridad consiste en guardar distancias mutuas. No se trata de una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa.
Por otra parte, la sensación de seguridad queda reservada a la realidad virtual: en muchos casos, cobra más fuerza subjetiva la pantalla de los dispositivos electrónicos que el hecho de estar y compartir con otros. Moverse libremente en espacios abiertos posiblemente sea, en los próximos años, el privilegio de unos pocos que cuenten con islas, o de aquellos que ya viven en el campo, de distintas maneras.
¡No podemos dejar la “re evolución” en manos del virus!
Hay salida
Durante los últimos 30 años, las políticas públicas han trabado la reconstrucción ascendente de la autosuficiencia y la confianza colectiva y familiar de los hogares y las comunidades. Asimismo, la poderosa influencia de los lobbies corporativos ha producido un aumento incesante de los precios de las viviendas, unos salarios y jubilaciones cada vez más bajos, y un incremento espiralizado de los costos de alimentos, tarifas de servicios y otros, todo lo cual redondea ineluctablemente en el creciente endeudamiento de las personas y las familias para poder vivir. Y finalmente, a las condiciones de vida cada vez más paupérrimas, se suman la enfermedad y la presencia de la muerte –tan frecuentes y compartidas que dejan de conmover–, y el miedo permanente a que siga o vuelva a surgir algo desconocido y peligroso.
Pero de algún modo imprevisto, la aparición y la velocidad repentinas de la pandemia global y la fuerza de su impacto están empujando a las personas a la acción en forma mucho más rápida que lo hubiese hecho la disconformidad experimentada por elles acerca de sus condiciones cada vez más deterioradas.
En este punto aparece la salida: dirigirse a los botes salvavidas, asimilados desde la permacultura, frente a un colapso de esta envergadura, a los asentamientos y comunidades sustentables. La estrategia es alejarse de las concentraciones urbanas, donde la violencia y el robo se multiplicaran y acrecentaran por la casi parálisis espástica de la sociedad.Por lo contrario en estas comunidades o granjas permaculturales de la familia extendida representan una esperanza real y concreta a la que muchas personas le encontrarán un sentido el día que su hogar deje de ser una celda.
La gigante ola pasará. Pero la sociedad de la era post pandemia será muy diferente, especialmente porque un número muy importante de persones va entendiendo que la vida sustentable, lejos de la urbanidad titánica defoliante, es la chance para sobrevivir a los colapsos por venir y la mejor opción para que niñes y ancianes puedan ser cuidados con el amor y el tiempo necesarios, pues los extremos de edades pasan a ser clave en las futuras comunidades.
Para aquelles que tienen acceso a espacios al aire libre, esta situación es una oportunidad especial para redescubrir nuestro contacto con la naturaleza y con la vida misma. En este momento donde se interrumpe la normalidad, tenemos la oportunidad de preguntarnos verdaderamente: ¿Cómo queremos vivir? ¿Cómo se ve un mundo en el que las personas viven juntas en solidaridad y contacto con la naturaleza y entre sí? ¿Qué oportunidad tenemos para construir estructuras funcionales de toma de decisiones y suministro en alimentos, agua y energía? ¿Cómo podemos recuperar el poder perdido para pensar, amar, estar ahí el uno para el otro? Permitámonos conectarnos con estas visiones, porque son mucho más que fantasías individuales.
Por eso decidimos multiplicar y facilitar las posibilidades de acceso a las herramientas que ayudarán a dar el paso hacia esta relocalización, plasmadas en un Manifiesto de Relocalización Permacultural
El planeta está esperando que salgamos de esta borrachera para trabajar junto con la naturaleza, de la que somos parte. Somos árbol, agua, arroyo, mar.
En situaciones extraordinarias como es esta se requiere de soluciones extraordinarias. William Shakespeare le hace decir al Rey Enrique IV: “Fuertes razones hacen fuertes acciones”. Siempre las acciones más importantes provienen de fuertes motivaciones y la principal es la vida.
Manifiesto de Relocalización Permacultural
En estos momentos en que toda la sociedad está viviendo en primera persona la necesidad de resiliencia, tanto personal como comunitaria y en ámbitos a la vez materiales y emocionales, nos damos cuenta de que nuestros diseños permaculturales serán más necesarios que nunca. Estamos viendo como pasamos de sistema capitalista depredador a sistemas descentralizados de pequeños y medianos asentamientos.
Con este manifiesto permacultural queremos ofrecer a la sociedad estrategias de relocalización y así convertir este gran problema en una de las soluciones para fomentar el uso de la Permacultura como herramienta fundamental para la construcción de una nueva cultura.
La permacultura es un sistema creado para ofrecer las herramientas y la organización en pos de crear asentamientos humanos permanentes en forma rápida, eficiente y en armonía con la naturaleza del lugar. Sus conceptos, ideas y propuestas están diseñados para aplicarse en tiempos de colapso y transición. Durante 42 años la permacultura ha desarrollado una estructura holística, práctica , científica y fundamentalmente basada en el conocimiento de las naciones originarias, para reorganizar la vida y los valores de una minoría lista para el cambio más profundo, aplicable en el momento indicado y a un nivel masivo. Hoy llegó ese momento.
Las personas urbanas necesitan ser realfabetizadas para poder iniciar esta transición y vivir en el campo. Esto es clave para que obtengan buenos resultados y no se frustren.
La autosuficiencia, para la permacultura, es la base de una sociedad que sea resiliente, esto es, como si con el nuevo virus no hubiera existido pandemia porque sus víctimas estarían totalmente esparcidas , con buen estado de salud y con prácticas de higiene vitales como se da en la vida rural. Los muertos no serían más que en las tasas normales. Aquello implica buen estado de salud, alto nivel de inmunidad dado por la calidad de vida de las edades más vulnerables que se genera en las ecovillas , cohousing y comunidades intencionales. Además, en una sociedad descentralizada los contagios son muchísimo menores, lo que deja mucho tiempo para organizar tratamientos y medidas preventivas sin que se tenga que parar la mayor parte del mundo, como ocurre con la actual pandemia.
Un estilo de vida basado en la autosuficiencia hogareña, en desplazamientos mínimos y lentos que brindan protección contra un virus tan infeccioso como COVID-19, proporciona además una base para el distanciamiento social y el aislamiento, que son fundamentales para evitar la expansión de esta y otras pandemias.
Los diseños permaculturales nos permiten estar mucho más preparados para pandemias y otros colapsos civilizatorios.Sus propuestas productoras van mucho mas alla de proccuines ecologicas para vender alimentos.Se impulsan huertas integradas al bosque de frutales, que abastecen despensas de conservas caseras, estos sistemas se integran con alimentos comprados a granel de otros productores. Todo esto da una sensación de seguridad respecto de las personas –la mayoría– que dependen de supermercados atestados de compradores asustados. Una economía doméstica vibrante y ocupada, donde jóvenes y mayores contribuyen, proporciona enfoque y significado en lugar de aburrimiento y frustraciones acumuladas. La capacidad de conectarse con la naturaleza y con sus seres vivos, favorece un equilibrio independiente del ciclo de noticias y de las redes sociales.
Además, comportamientos como la producción propia, el autoaprovisionamiento, la compra a granel comunitarias y los viajes mínimos no solo reducen la huella ecológica y estimulan las economías domésticas y comunitarias, sino que también “aplanan la curva” de la infección, lo que le da al sistema de salud la mejor oportunidad de responder a las personas enfermas y a las que, desesperadamente, piden ayuda y asistencia al Gobierno.
Lejos de ser un retiro de supervivencia de la sociedad, la permacultura diseñada en asentamientos rurales basados en la autosuficiencia colectiva a nivel doméstico es nuestra mejor opción para una respuesta ascendente a las múltiples crisis generadas por el capitalismo globalizado.
Las reiteradas críticas a la vida rural, quedan relegadas gracias a las comunicaciones virtuales, que están cobrando más fuerza para estar con los otros.
Moverse libremente en espacios abiertos ya es un privilegio de muchos millonarios que cuentan con sus lugares retirados, así como de cientos de miles de familias que viven en ecoaldeas, cohousing, comunidades intencionales, granjas y otros asentamientos permaculturales.Donde en plena pandemia la vida cotidiana sigue con los mismos ritmos.
¡No podemos dejar la “Transformación urgente” en manos de un virus! Si tenemos que aislarnos de esta pandemia y de otras que lleguen, será en forma organizada, armónica, autosuficiente y debe representar la cotidianidad, en lugar de lo extraordinario.
La permacultura busca que las personas, en sus lugares, se comprometan con la regeneración de sus comunidades, sus economías locales y bioregionales, respetando siempre la singularidad biocultural del lugar, basados todos estos proyectos en las prácticas regenerativas que genera la permacultura.En tiempos de tanta enfermedad física , mental y del espíritu, la permacultura promueve la vida en armonía y sintonía con las fuerzas armonizadoras y curativas de la naturaleza
Estamos promoviendo una vacuna contra el miedo y el terror que generó esta pandemia, nunca en toda la historia de la humanidad existió un cambio tan grande y rápido, con la misma rapidez desde la permacultura estamos reaccionando para hacer este cambio civilizatorio, disolviendo barreras mentales y del corazón que no nos permitían avanzar para desarrollar un cultura permanente basada en declararle la paz al planeta y entre las personas.
Todes podemos elegir en seguir con los mismos esquemas mentales que nos llevaron a este desastre, si los mantenemos seguiremos irreversiblemente siendo desecados en vida por la urbanidad perversa que supimos conseguir o renacer, resurgir, rehabilitar, relocalizar y co-inspirar juntos en un pacto a la Madre Tierra que podemos vivir sobre ella de otra manera con otra organización regenerativa, promotora de la salud del planeta de nuestros cuerpos. Nunca imaginamos que íbamos a protagonizar el movimiento más importante que podíamos siquiera imaginar. Millones de personas hoy están listas para abandonar sus cárceles, sus carencias, sus sufrimientos y sus adicciones, quieren ir por el camino de la sanación, de la co-creación, por esto lanzamos este manifiesto, que no tiene líderes, nombres, es la vida la que nos dice que hacer, la que late con cada uno de nosotros hacia un despertar que espera manifestarse.
¿Cuáles son las áreas estratégicas y los pasos a dar para la vida permacultural post pandemia?
- Modificar la forma de entender el mundo y las relaciones vitales, promoviendo el conocimiento de los principios y los valores éticos de la permacultura.
- Comenzar proyectos en lugares que tengan las condiciones básicas para un asentamiento humano, o sumarse con una actitud positiva a los ya existentes, llegando con humildad y con espíritu de aprendizaje.
- Diseñar y construir viviendas y otros edificios que sean realizados con materiales naturales y diseño bioclimático.
- Producción de energía por sistemas descentralizados y renovables, como la energía eolica, hidraulica, biomasa, solar entre las principales.
- Sistemas de cocción y calefacción y calentamiento de agua, con energías alternativas y biomasa.
- Provisión y manejo eficiente del agua.
- Tratamientos de aguas y baños secos.
- Producción de alimentos, medicinas naturales, fibras y lanas.
- Producción de semillas, y generación de bancos regionales.
- Manejo de bosques y bambuzales, para leña, madera y alimentos.
- Integrar a otros seres animados a los agroecosistemas, sobre la base de su correcto cuidado y respeto, de una vida armónica con ellos y teniendo en cuenta las funciones que puedan desempeñar en los sistemas permaculturales.
- Compartir los excedentes.
- Cuidado de niños, ancianos y enfermos.
- Vivir con una cultura basada en promover y honrar la vida natural, como siempre lo hicieron las naciones originarias.
- Educación de niñes y adolescentes en contacto con la naturaleza y los valores de su cuidado y regeneración.
- Promover todos los comportamientos necesarios de supervivencia y resiliencia para afrontar los desafíos planetarios por llegar.
- Promover prácticas basadas en promover el bienestar físico y espiritual.
- Uso y desarrollo de tecnologías apropiadas para el apoyo y mantenimiento de los asentamientos rurales.
- Implementación de transportes económicos, ecológicos y que puedan colectivizarse para realizar los viajes que sean necesarios.
- Desarrollo de economías alternativas basadas en el trueque, las monedas sociales, entre otras.
- Tenencia de la tierra y gobernanza al servicio de las personas y el cuidado del suelo, el agua y el aire.
Estudiantes, docentes y colaboradores de la Universidad Internacional de Permacultura
6 de abril de 2020