El cruce entre la permacultura y el saber ancestral de los pueblos originarios

El último curso de Semillas Ancestrales dictado por la Universidad Internacional de Permacultura (UIP) en Merlo, San Luis, contó con dos representantes de las comunidades coya y mocoví, que buscan a través de la interacción con este nuevo modelo de desarrollo recuperar sus saberes y su antigua función de guardianes de semillas.

Ariel Condorí y Rene Salteño son, respectivamente, representantes de las comunidades coya y mocoví en El Consejo Indígena de la Provincia de Buenos Aires (CIBA). Viven en el departamento de Almirante Brown, pero aclaran que su territorio es mucho más extenso. En el caso de Ariel, de la comunidad Guaguajni Jallpa (Hijos de la Tierra) su gente también vive en el departamento General San Martín, a 250 km de la ciudad de Salta, entre otros lados. “Los territorios se identifican a través de las señas de pueblo o nación. Nuestro sentido comunitario no nos esta dando un límite geográfico, sino que se trata de el lugar donde podemos transitar y estar ubicados, y que sean lugares aptos para el desarrollo de nuestro trabajo, cultura y todo proyecto que se genera. Ya sea en la China, acá o donde fuere. Es nuestra libertad de manifestarnos con autonomía, por eso somos comunidades”, explica. “Que estemos dispersos no quita que no tengamos nuestra identidad, nuestra espiritualidad, nuestro concepto de vida comunitario, nuestros calendarios también, por lo menos para llevar a la práctica”, agrega René, de la comunidad Nogoyìn Ni Nala (Sol Naciente).
A través de la invitación de la Universidad Internacional de Permacultura (UIP), los dos se acercaron al Curso de Semillas Ancestrales en la Reserva Ecológica Calaguala en Merlo, San Luis.
“Lo de la permacultura es importante, lo que lleva la cuestión del tema de la semilla ancestral, que eso nos involucra a nosotros. Por eso venimos a escuchar los aportes, aprender sobre el tema de la conservación. Eso que hemos dejado un poquito de lado porque a lo largo de los gobierno los pueblos originarios han vivido tiempos delicados, donde no se han visibilizado lo que son las costumbres nuestras. Nos costó un poco rescatar de vuelta. Estamos articulando desde todas las naciones o pueblos de esta vuelta a la Pachamama. En una época estuvimos distanciados, también por cuestión de los gobiernos, pero nosotros ya tuvimos un estado anterior y no queremos perder esa costumbre de ser hermano con el otro. Por eso armamos el Consejo Indígena. Esa es la idea de venir acá y participar. Porque nosotros tenemos una manera de trabajar que sería muy bueno para nuestro pueblo compartir estas experiencias”, cuenta Ariel.
“La lucha nuestra es larga, no solo para nosotros sino para la familia, los nietos, queremos dejar un ejemplo de trabajo, recuperar las costumbres que de a poco se han ido perdiendo”, agrega Rene. En su caso, la comunidad mocoví no ha sido tradicionalmente agrícola, sino más bien recolectora y cazadora de animales. Pero el avance del extractivismo y la desertificación han cambiado esa perspectiva. “Han talado los bosques, el monte que está quedando es muy poquito, el resto es todo campo. Ya no hay animales. Ni las abejas. El monte que está quedando es el nuestro, después alrededor no hay nada. Con el tema de la reserva grande que le dicen, que son 300 mil hectáreas para los pueblos de la zona (mocovíes, tobas y wichis). El año pasado se entrego el titulo y hasta ahora no entregan el territorio. El problema allá es un momento muy duro, más siendo indígena, el maltrato existe, discriminación, represión…Por eso nos tomamos el trabajo de salir a buscar que es lo que se puede hacer, desde el gobierno, no gobierno, y ahí buscamos representantes. Nosotros estamos viajando constantemente, buscando algo para la comunidad. Allá en el Chaco hemos logrado el tema de salud, del agua, instalar una bomba de agua, porque los pozos estaban contaminados. Nosotros teníamos registro civil todo. Mi abuelo era juez de paz. Pero lo dejó. Después vinieron y se lo llevaron. Entonces estamos tratando como recuperar eso. Porque la comunidad ha crecido un montón y hay chicos que no tienen documento y uno va al pueblo y no atienden. Tema salud pasa lo mismo. Y enfermera hay una sola. Y a veces se va de vacaciones. Y no son indígenas, no saben idioma ni medicina ancestral. Yo aprendí a hablar el castellano de grande, cuando empecé a ir a la escuela. Ahora hay dos maestros bilingues”, cuenta. Y aclara: “es importante también tener la semilla ancestral porque se puede seguir retransmitiendo a las comunidades. Para cultivarla, para la producción, y para el consumo. Va a ser sustentable para los niños que es fundamental una alimentación sana y que se desarrollen bien, no solo los cinco sentidos, sino el cerebro”.
Desde la UIP, el proyecto es que estas comunidades indígenas utilicen y guarden las semillas desde su sabiduría ancestral, comenzando con la quinua y el amaranto, que son un alimento que en si mismo cubre todos los nutrientes necesarios para un niño en crecimiento.
“En estos tiempos hay que ser realista porque está instalado el sistema económico, que hace esto, instalar el transgénico. La otra parte que es natural no hay de por medio del sistema. Nosotros estamos por la parte del cultivo real, con nuestras semillas, sin contaminar, cuidar el medio ambiente, desde el sentido comunitario, con respeto al ser humano y la naturaleza. Es esa la esperanza. Nosotros vamos a compartir este conocimiento. No tenemos feriado, siempre caminamos. No es algo de un día para el otro, son etapas, depende de la región, del dinamismo que se le de”, explica Ariel. En este camino, los dos ven como fundamental el intercambio entre su sabiduría ancestral y la permacultura, como desarrollo sustentable, donde los tiempos de pachakuti (cambio de era) imponen una realidad donde mientras muchos de sus hermanos han optado por la vía del desarrollo capitalista, muchos descendientes de los conquistadores, los gringos, han descubierto nuevos caminos para una vida acorde con la naturaleza, con nuevas experiencias, descubrimientos, que se unen con sus conocimientos originarios, muchas veces olvidados o en recuperación.
“Por eso hay que trabajar en comunidad y en ayni, reciprocidad, estar con el otro, no solo en una elección. Juntarse con el hermano, charlar, con los chicos, más con los chicos. Es difícil por el mundo que vivimos. Salir a trabajar. Si nosotros sabemos lo que está pasando. Poner voluntad. Y siempre hay alguien que nos ayuda. No bajamos los brazos. Cuando viajamos siempre llevamos algo bueno, algo positivo. Y no van a faltar los brazos para el esfuerzo entre los hermanos y hermanas que están a la espera para multiplicar. Así que la verdad que muy agradecidos por esta interacción con Gaia que es una experiencia más con gente a otro nivel. A nosotros nos sirve”, concluye René.

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