La vida de los niños en una ecovilla hace una diferencia sustancial en su crecimiento. El hecho de conocer a otros adultos y ser recibidos en otros hogares hace que los niños sean muy abiertos y seguros de sí mismos. Así se pueden mover por si solos por el mundo desde muy jóvenes, lo que contribuye a hacerlos más independientes. Al tener tantas opciones de interacción de juego y afectos, fortalece su independencia y los hace más fuertes para no ser tragados por los estímulos de las panaceas del mundo cibernético y ser atraídos por la sociedad de consumo.
Las ecovillas representan una idea que ofrece una solución para el crecimiento de los niños. Aunque solo fuera por esto deberíamos construir ecovillas para que de dos a tres generaciones nuevas puedan llevar a la práctica todos los principios que se plantean en el diseño de ecovillas. Otra opción sería, por un cambio brusco de la sociedad, donde se sumen: disminución de energía fósil en forma marcada, cambio climático en aumento y colapsos de economías, por necesidad más gente querrá vivir en ecovillas.
En este escenario (el que casi es el presente) tendremos que encontrar todos los medios para que niños y adolescentes nacidos en la urbe y sin una experiencia de vida comunitaria, puedan incorporar los que viven los niños nacidos en ecovillas. Tal vez ellos sean sus guías y maestros. Este será un tema clave que investigaremos en el próximo Curso de Diseño de Ecovillas.