La energía almacenada en semillas, comida, combustible, y los otros recursos considerados hasta ahora, son fundamentales para cualquier sociedad, pero son sólo parte del panorama. La transformación de la energía en formas cada vez más valiosas y elaboradas se extiende mucho más allá de los recursos físicos hasta las cosas que hacemos con estos recursos -herramientas, edificios, e infraestructura como vías, energía y telecomunicaciones.
En la sociedad moderna, la enorme cosecha de petróleo y energías naturales en los últimos cientos de años ha reducido la “cadena alimenticia industrial”, lo cual ha provocado el desarrollo explosivo de las ciudades, la tecnología y la infraestructura para la energía y la comunicación. La gente en el mundo acaudalado vive ahora en un ambiente construido en vez de un ambiente natural; constantemente desechan “chatarra” para dar paso a las nuevas posesiones, que son posibles gracias a la tecnología, y necesarias para ese estilo de vida y esa cultura.
En el sentido sistemático, la sociedad modera ha sido muy activa en “capturar y almacenar energía” en todas sus “cosas”. Desafortunadamente, muchos de estos depósitos son inútiles sin el resto del complejo industrial y, en su mayoría, estimulan un mayor consumo y desperdicio de energía. Por ejemplo, el consumo de energía en edificios y vías rápidas depende del flujo constante de energía fósil. Incluso las computadoras, celebradas por permitirnos hacer más con menos, son dependientes de la redundancia y el reemplazo continuo para alcanzar ahorros considerables y evitar la acumulación de corrupción en los programas y otros problemas.
Las maneras en que los permacultores pausadamente buscan capturar y almacenar las energías naturales del sitio pueden ampliarse y adaptarse al desarrollo de edificios con eficiencia energética, a la tecnología apropiada, y a todas las cosas manufacturadas y construidas.