Cuando la Tierra Llama: Nadie se Salva Solo

Vivimos tiempos de ruptura, en que la desmesura ocupa el lugar del equilibrio, y el crecimiento económico se impone como dogma, aun al precio de la devastación.

La política se volvió espectáculo, el consumo nos anestesia, la tecnología nos conecta… pero también nos aísla. El ruido ahoga el sentido, aunque las señales —claras, urgentes— indican que algo se desmorona.

Cada día se vuelve más difícil responder con honestidad una pregunta esencial:
¿Por qué estamos aquí?
¿Qué sentido tiene nuestra presencia en esta creación que llamamos Tierra?

La vida moderna nos arrastra hacia la periferia del ser. La soledad ya no es una experiencia, sino una estructura. Nos sentimos aislados en un mundo hiperconectado. Saturados de información, hambrientos de sentido.

Y sin embargo…

La Belleza que Persiste

Afuera, la vida no se rinde.
El sol aún nace sin pedir permiso. Los ríos siguen cantando. Los pájaros afinan el cielo. Los árboles resisten. En medio del colapso, la belleza persiste.

Una belleza no domesticada, no mercantilizada, no puesta en venta. Una belleza silvestre que nos susurra, en silencio, que existe otra forma de estar en el mundo. Y que quizás —solo quizás— aún no sea demasiado tarde.

El sistema dominante convierte al planeta en mercancía. Todo se explota: el agua, el aire, los cuerpos, los vínculos, la imaginación.
Todo se mide por su valor de cambio, nunca por su valor sagrado.

Las corporaciones transnacionales, los gobiernos cómplices, los medios masivos y las plataformas algorítmicas han tejido una red de control emocional, cultural y espiritual.
Nos quieren cansades, confundides, separades, endeudades, dependientes.
Nos quieren espectadores, nunca protagonistas.

Entonces surge la pregunta que marca el límite:

¿Debemos aceptar ser simples testigos pasivos de esta obra grotesca?

La respuesta es clara: No.

Frente a la devastación, elegimos el cuidado.
Frente al cinismo, la ternura.
Frente a la alienación, el reencuentro.
Frente al colapso, la comunidad.
Frente a la desesperanza, una esperanza activa. Insurrecta.

Porque nadie se salva solo.
Ni se cultiva solo.
Ni resiste solo.
Ni florece solo.

La salvación —si es que existe— es un acto colectivo.
Una red de manos, de miradas, de memorias y sueños.
Una cosecha compartida.

La Revolución del Cuidado

Proponemos una revolución que no se hace con fusiles ni con algoritmos,
sino con semillas, afecto, organización y poesía.
Una revolución del cuidado, de la escucha, de lo común.

Porque cuidar no es un gesto menor:
Es sostener la vida ante el desgarramiento del mundo.
Es volver a mirar.
Volver a tocar la tierra con las manos.
Queremos redes, no jerarquías.
Huertas, no supermercados.
Asambleas, no algoritmos.
Espiritualidades encarnadas, críticas, ancestrales, descolonizadas.

Caminar Juntes

Este manifiesto no es una meta, sino una fogata encendida en medio de la noche.
Un espacio donde quienes sienten el mismo temblor pueden encontrarse, imaginar y tejer otro mundo posible, necesario, urgente.No venimos a ofrecer certezas. Venimos a sembrar preguntas. Y que la esperanza, cuando es compartida, se vuelve fuerza política, espiritual y amorosa.

Cada vez más personas sienten el llamado.
Un susurro antiguo, profundo, que invita a volver al origen:
a la tierra viva, al murmullo de los árboles, al latido del campo.

Hoy no es casual que tantes busquen refugio en la naturaleza. Como en El Eternauta, ese relato que aún estremece, donde el colapso no es solo ciencia ficción, la mayoría que ve la serie huele los colapsos que van llegando, está en el inconsciente colectivo y la ficción se siente como real, como cotidiana.

Y frente al abismo, no nos salvamos solos.
Nos buscamos. Nos reunimos. Creamos estrategias colectivas para sostener la vida.

Así nacen comunidades sustentables, ecovillas, granjas permaculturales.
Brotan como semillas nuevas en las grietas del sistema.

Allí, en esos espacios, la esperanza vuelve a tener cuerpo.
El aprendizaje florece entre risas y cosechas.
Y la vida canta —sí, canta—
su melodía más antigua y luminosa.

Por eso estamos aquí:
Para alentar esos caminos.
Para tender puentes.
Para recordar que otro mundo no solo es posible, ya está naciendo.
Tierra adentro.
Abrazo a abrazo.
Mano con mano.

Aquí, en plena montaña, en el contacto profundo con la naturaleza, buscamos ser faro para quienes se atreven al viaje.

Porque sí: nadie se salva solo.
Pero juntas, juntos, juntes…
podemos volver a comenzar.

  Junio 2025

  Dr. Gustavo Ramírez

  Reserva Natural Quebrada del Agua

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